Y así llegamos a la última y más contundente parte de nuestra crónica, la que nos hablará de sus bares, restauradores y restaurantes, mesones y platos típicos. Un sin fin de experiencias sensoriales que quedarán en nuestros recuerdos como el sabor de los buenos días que hemos pasados.
María Luisa, nuestra sabia guía bloguera lo tenía todo atado y bien atado: había concertado previamente no solo las comidas sino también los desayunos y las meriendas, intentando que conociéramos todas las posibilidades gastronómicas de esta localidad serrana. La zona nos dejó sorprendidos por la amplia oferta culinaria y sus opciones para todos los gustos: cocina tradicional gaditana, cocina serrana, nueva cocina.
Empezamos a lo grande – en calidad y cantidad- en el Restaurante D´Sabor de Casa de las Piedras que regenta Francisco Javier Menacho (Nene). Primero una demostración de cocina en directo en la que El Nene y su equipo (entre ellos Guillermo Naranjo -Johnny) nos elaboraron varios entrantes en los que en perfecta armonía se combinaron las tendencias de la nueva cocina con los productos del entorno. Como debe ser.
Tras un paseo por el pueblo volvimos a comer a D´Sabor. De nuevo la filosofía de El Nene y su equipo se puso de manifiesto en los cinco magníficos platos que nos ofreció. La base de su cocina son los productos de su tierra: de la sierra, los ríos y el monte bajo de Grazalema que utiliza con imaginación y elegancia sin perder las raíces de la tradicional cocina serrana.
A media tarde , merienda en casa de María Luisa e Isabel: Amarguillos de la pasteleróa Rumore, chocolate con naranja made in Grazalema y un pacharán riquisimo marca Potopó elaborado con endrinas de la sierra recogidas por Isabel.
La siguiente jornada gastronómica comenzó en el Mesón Los Alamillos. con un desayuno tradicional como Dios manda: pan blanco de Grazalema, lomo y manteca colorá, jamón, aceite del lugar, tomate recién triturado y café. Un chute de energía para iniciar nuestra larga jornada en Villaluenga.
Tras la visita a la quesería Oliva y dar unas vueltas por el pueblo para conocer algunos de sus tesoros arquitectónicos y culturales, hicimos el almuerzo en Los Llanos-La Posada (perteneciente a la red de Tugasa) un restaurante que ofrece platos tradicionales de Villaluenga y la sierra como la Sopa de espárragos serrana que nada mas llegar hicimos en casa.
Los platos:
- Ensalada de col, zanahoria, queso, manzana verde con aliño de albahaca y mostaza antigua.
- Sopa de espárragos con huevo cuajado
- Rabo de toro con calabacines
- Venado en salsa macerado en vino tinto
- Garbanzos con tagarninas y su pringá
- Tocino de cielo
- Arroz con leche
Y tras la comida, ya en Grazalema, empezó a funcionar nuestro segundo estómago, ese que todos los blogueros tenemos reservado para dulces y otras exquisiteces y no hicimos ascos a un rico chocolate con tortas fritas.
Increíble pero cierto. Para la cena llevando a la práctica el refrán popular “comer y rascar todo es empezar” hubo quien tuvo aun hueco para un par de huevos fritos con jamón en una taberna del pueblo. ¡¡Ufff… que vida mas dura la de bloguero gastronómico¡¡.
La tercera jornada, tras un agradable paseo con el fresquito del aire de la mañana, empezó con un desayuno con vistas en el Hotel Villa Turística de Grazalema. En este caso un buffet al modo de paradores y hoteles orientados al turismo pero con el encanto del paisaje grazalemeño que entraba en el comedor por amplios ventanales. Café, pan de varias clases, embutidos, revueltos, quesos, zumo y café fue la oferta de este precioso establecimiento que nos regalo además la posibilidad de disfrutar mientras desayunábamos del aire de su sierra.
Para nuestro último almuerzo María Luisa había elegido un restaurante céntrico, en el Asomadero – el mismo lugar en el que quedamos el primer día- quizás para llevarnos el último recuerdo de sus sierras, sus casas con tejas rojas, su calzada medieval, sus ermitas y su cristo que en lo alto de la montaña bendice a todos los grazalemeños.
El Mesón Simancón, un bonito nombre en honor del pico Simancón en la Sierra del Endrinal, nos ofreció una comida tradicional y la posibilidad de probar alguno de los platos más emblemáticos de la cocina del pueblo: la sopa de Grazalema, elaborada con caldo del cocido grazalemeño, pan, chorizo y hierbabuena. Una obra de arte de la cocinera popular que casi sin ná, con los avíos que disponía en su pobre despensa, caldo del puchero del día anterior, pan asentao y mucha imaginación nos ha legado recetas magistrales.
Y así bajo la benévola mirada del grazalemeño Dionisio Pérez, Post-Thebussem, que descansa tranquilo en su tumba al comprobar que un grupo de amigos aficionados a la gastronomía y amantes de la tradición y la cultura han recogido su testigo, terminamos nuestra visista.